Suele decir un consultor de la izquierda, quien se sienta habitualmente a las mesas de las decisiones fundamentales de Morena, que no hay nada peor que estar en el limbo de los grupos de ese partido: no ser “ni amigo ni enemigo”. Porque a los primeros se les protege y se les beneficia; a los segundos se les tiene cerca para atajar sus embates. Pero cuando no se es ni una ni otra cosa, no se es nada.
Eso –dice la misma fuente– es lo que ha ocurrido con el senador poblano Moisés Ignacio Mier Velazco, quien se ha vuelto irrelevante ahora que su padrino político, Adán Augusto López Hernández, está a unos pasos del infierno, por la vinculación de su exsecretario de Seguridad de cuando fue gobernador de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, con grupos criminales.
Hace más de una semana, cuando alguien deslizó en la prensa que se edita en la Ciudad de México que Mier podría ser el relevo de Adán en la coordinación de los senadores y senadoras de Morena le dio el Beso de Judas, precisamente para dar la impresión de que él mismo o su grupo, hoy agonizante “por los pecados de Adán”, lo estaban promoviendo.
Otra fuente con oficina en Palacio Nacional aseguró, ante esa especie, que “está muy lejos de esa posibilidad; ese grupo ha hecho mucho daño”.
En este concierto de hechos, que involucran a Adán y a su grupo –del cual se ha beneficiado y al que pertenece Moisés– no se puede pasar por alto la salida de Pablo Gómez Álvarez de la titularidad de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), justo cuando fracasó en su encargo de inculpar y llevar a la cárcel al también poblano Charbel Jorge Estefan Chidiac, presuntamente por encargo de Mier Velazco, como reportó en su columna el columnista Gerardo Ruiz.
Charbel pudo soportar el embate de la UIF, a cargo de Pablo Gómez, y ahora tendrá una salida muy digna, al encabezar la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, la que, por cierto, ya está prácticamente terminada como iniciativa y solamente requerirá del acompañamiento de un grupo de notables.
Dicho sea de paso, Gómez Álvarez, de 78 años de edad y exlíder del Movimiento Estudiantil de 1968, bien merece ese final a su vida pública, a pesar de la mancha que representó su asociación y amistad con Mier, por el caso Estefan.
Pero volvemos al grupo del tabasqueño que aún es coordinador de los senadores y senadoras de Morena.
Una fuente certera confió que ya se le han dado tres opciones:
Que solicite licencia a su escaño y, por tanto, se aparte de la coordinación del Grupo Parlamentario de Morena; que se presente a declarar, se defienda y se atenga a las posibles consecuencias del caso; o que se jubile y se conforme a vivir fuera del poder público.
Mientras tanto, como en la era de la Unión Soviética, cuando se exiliaba a los políticos indeseables al invierno eterno de la región rusa del Asia Septentrional, el poblano Moisés Ignacio Mier Velazco está, hoy por hoy, en Siberia.
Ultimátum a los exalcaldes
No se vale victimizarse, no se vale acusar “persecuciones políticas”, no se vale soltar lágrimas lastimeras, con declaraciones en los medios, por parte de los ex presidentes municipales, de cualquier color, que no han solventado las observaciones que la Auditoría Superior del Estado (ASE), que depende del Congreso local, ha hecho a sus cuentas públicas.
La presidenta del Poder Legislativo, Laura Artemisa García Chávez, ha sido asertiva y concreta: no habrá persecución, pero tampoco habrá impunidad.
Porque resulta que muchos están dejando de atender el llamado del Congreso y de la ASE, como si se prepararan a una batalla mediática para victimizarse, antes que cumplir con sus obligaciones y cerrar sus ejercicios fiscales de manera adecuada. Ya sabemos quiénes son.
Mañana en esta columna, Los Juegos, abundaré sobre el tema.
