PAN y Morena demostraron este fin de semana que la moneda sigue en el aire en Puebla.
Los cierres de campaña de Miguel Barbosa –con Andrés Manuel López Obrador- y Martha Erika Alonso –sin Ricardo Anaya- resultaron verdaderos ejercicios de muestras de poder de convocatoria.
Es una competencia que deja en claro que nadie puede declararse ganador por anticipado.
Y para muestra clara de lo que digo es necesario recordar el cierre de campaña de Rafael Moreno Valle en el estadio Cuauhtémoc cuando impresionó a todos por su capacidad de movilización y ahí marcó su triunfo.
Al siguiente día el candidato priista, Javier López Zavala, fue una verdadera vergüenza en el mismo escenario.
Y vale la pena recordar la campaña de Antonio Gali que en pocos días ya tenía en la lona a la candidata del PRI, Blanca Alcalá, y no hubo necesidad de meter el acelerador a fondo.
Blanca Alcalá resultó ser una víctima muy fácil para la estrategia de Rafael Moreno Valle.
La exhibieron con su riqueza “oculta” y en cuestión de días cayó en las preferencias electorales y en pocos días la campaña se convirtió en un día de campo para Tony Gali.
Hoy las cosas son distintas.
Todo el aparato de Rafael Moreno Valle está con el pie en el acelerador, es una campaña casi perfecta, es una estrategia de lujo y con todo y eso aún no tienen el triunfo en la bolsa.
Aunque, todos sabemos que si algo distingue al grupo en el poder es su habilidad de operadores políticos, su probada estructura y su ejército electoral que está listo para librar el próximo 1 de julio la batalla más importante porque de eso depende el proyecto presidencial de Rafael Moreno Valle para el 2024.
De eso estamos hablando.
Por eso el cierre de campaña de Miguel Barbosa no puede minimizarse.
El candidato de Morena tiene a su favor la enorme ola de la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y su cierre de campaña lo hace competitivo.
Luis Miguel Barbosa llega en otras condiciones al cierre de la campaña en comparación con Javier López Zavala y Blanca Alcalá.
Llega en un escenario de total y absoluta competitividad.
En resumen: no hay nada para nadie.
La moneda sigue en el aire a una semana de las elecciones.
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