Es una de las mejores futbolistas del mundo y acaba de recibir el segundo balón de oro femenino de la historia del fútbol, pero Megan Rapinoe es mucho más que una deportista de élite. A sus 33 años, esta californiana de pelo corto y rubio platino y rosa y físico robusto ha hecho de su discurso a favor de la diversidad y en contra de las injusticias sociales una auténtica seña de identidad.
Icono gay
En 2012, Rapinoe hizo pública su homosexualidad y ese mismo año, poco antes de dar comienzo los Juegos Olímpicos de Londres, fue una de las primeras futbolistas famosas protagonistas en la revista gay Out. Desde entonces, ha mostrado con orgullo su relación con la jugadora de baloncesto profesional Sue Bird, de 38 años y cuatro veces campeona olímpica con la selección de Estados Unidos. Los dos deportistas también participaron el año pasado en la edición especial sobre el cuerpo de los atletas Body Issue 2018 de la revista ESPN.
Rapinoe es embajadora de Athlete Ally, un grupo enfocado en que todos los atletas tengan el mismo acceso al deporte, sin importar el género o la orientación sexual. En 2013 recibió el Premio de la Junta Directiva por el Centro de Gays y Lesbianas de Los Ángeles, California (su Estado natal) por ser una atleta gay de alto perfil. Al ser preguntada si el triunfo ante Francia tenía un sabor especial por ocurrir en el mes del Orgullo, la futbolista estrella respondió: “No puedes ganar un campeonato sin gais en tu equipo, casi nunca se ha hecho antes”.
En 2016 decidió arrodillarse mientras sonaba el himno nacional de su país antes de un partido de la selección. Lo hizo en solidaridad con Colin Kaepernick, el quarterbackde los San Francisco 49ers que había protestado de idéntica manera contra la violencia racial y la opresión de las minorías. “Supongo que, por el hecho de ser mujer y homosexual, siento una mayor empatía respecto a las personas que no se encuentran en una posición dominante. A mí me pareció una obviedad. Cuando alguien se ahoga, ¿vas a ayudarle o te quedas en la orilla?”, explicaba en una entrevista con El País Semanal el pasado abril. El pasado julio, cuando sonó la canción nacional en la final del Mundial de Fútbol Femenino más vista de la historia, la capitana de la selección de Estados Unidos permaneció en silencio y no se llevó la mano al corazón en protesta a la postura de la Administración de Donald Trump hacia las minorías.