Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
El linaje en la política es uno de los peores errores de los hombres de poder.
Creer que la nomenclatura es el único requisito para ocupar las principales posiciones en la administración pública o en la presentación popular es un cáncer enquistados en la clase política nacional.
Algunas piensan que, por el solo hecho de pertenecer a una de las muchas familias custodias, es mérito suficiente para ejercer el poder.
La dañina herencia divina.
En la aldea tenemos bastantes ejemplos que describen a la perfección que la genética no es buena acompañante de la política. Ahí están los casos de los ex gobernadores Mariano Piña Olaya, Melquiades Morales y Mario Marín, cuyos hijos siempre soñaron con alcanzar la titularidad del Ejecutivo en Puebla por el sólo hecho de llevar en las venas la sangre de dos ex mandatarios.
El linaje político también abarca a la familia de segundo rango.
Cuántos casos no conocemos de sobrinos, cuñados o medios hermanos que enloquecen de poder por el simple hecho de que uno de sus familiares son secretarios de estados, alcaldes o diputados federales.
José Juan Espinosa Torres, el desquiciado diputado local y ex presidente municipal de San Pedro, es uno de los más representativos acerca de un sobrino enloquecido de poder al compartir árbol genealógico con los ex alcaldes de Cholula Juan Blanca Espinosa y Miguel Blanca García.
En la actualidad, la nomenclatura política tiene a su máximo representante en el liliputiense Gabriel Oswaldo Jiménez, quien se colgó de su familia materna para inventarse una carrera política que está destinada al fracaso por su falta de capacidad y limitaciones naturales de un alguien que sólo destaca en el oportunismo y la zalamería extrema.
Jiménez López, mejor conocido como “el sobrino incómodo”, ha formado su intranscendente carrera política sentado en las piernas del ex gobernador Antonio Gali, quien es esposo de su tía Dinorah López.
Sin ningún mérito y por aprecio a la familia de su pareja, Gali Fayad aceptó incluir en su planilla de regidores a Oswaldito Jiménez a sabiendas de que el triunfo en la elección al Ayuntamiento de Puebla estaba ganado desde antes de empezar.
Tras un mediocre paso por el Cabildo de la Angelópolis en la que sólo destaco por sus dotes de Don Juan con las secretarias de sus compañeros regidores, Jiménez López se aventuró a pelear por una diputación local en los comicios del 2018 siempre colgado del apellido Gali.
La historia la conocemos: Gabriel Oswaldo fue humillado en la elección del Distrito 17 local en la que apenas alcanzó la paupérrima votación de 46 mil votos, frente a los más de 56 mil que obtuvo la entonces candidata de Morena, Mónica Lara.
El sobrino incómodo se ganó una curul en la actual Legislatura del Congreso del estado al entrar por la puerta de atrás, por la que entra el servicio y los “grandes perdedores” de cada partido, una figura inventada para evitar las mayorías absolutas en los parlamentos nacional y locales.
No es lo mismo ser el familiar de un ex gobernador a forjar una carrera política por cuenta propia.
Sin aceptar que los votantes lo repudiaron como candidato del PAN, Oswaldito Jiménez ahora tiene un sueño de opio, que sólo levanta ternura y pena ajena entre sus propios correligionarios, de convertirse en el abandero de Acción Nacional en la capital del estado para la elección del 2021.
Pero, el vilipendiado diputado local, quien fracasó estrepitosamente en su primera campaña, no entiende que las alcaldías no se entregan por la vía de la plurinominal.
Sin propuesta ni una agenda propia, el sobrino incómodo comenzó hace meses con un absurdo golpeteo en contra de la actual presidenta municipal de Puebla Claudia Rivera para exigir la revocación del mandato y con ello ganarse algunos adeptos para su frustrada precampaña, que ya se encuentra en fase terminal.
Y es que, Jiménez López no es respetado ni al interior del PAN, partido que lo ve como su “payaso de las cachetadas” al no reconocerlo como el coordinador de la bancada del albiazul en el Congreso de Puebla, posición que la lideresa del partido Genoveva Huerta intentó entregarle a través de una burda oposición.
Cómo olvidar cuando en la última visita a Puebla del presidente nacional panista Marko Cortés, Jiménez fue ninguneado por su propio líder y tuvo que esconderse en una de las filas de atrás en la foto que se publicó en redes sociales.
Si ni en casa lo respetan, que se pueden esperar en la calle.
La diputada local Vianey García, quien se ganó su lugar en el Legislativo poblano gracias al voto popular, ya le puso un periodicazo a Oswaldito al exigirle que ya se ponga a trabajar y deje la hueva, que tanto lo caracteriza, en lugar de continuar con su ridículo golpeteo político contra Rivera Vivanco.
El desempleo en el 2021 es el único futuro previsible para Oswaldo Jiménez.
De sobrino incómodo a payaso de las cachetadas.
Que José Juan Espinosa lo redima.